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sábado, 19 de julio de 2008

La democracia ficticia

Nuevamente los ecuatorianos hemos sido burlados e insultados por la forma en que los asambleístas afines al gobierno debatieron los últimos artículos de la nueva Constitución. El 82% de la población que votó a favor de la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente (yo voté por el no) confió que ellos rescatarían de las cenizas a la ya agonizante economía y democracia, pero la realidad ha sido otra. De forma apresurada, sin debates concienzudos, se fueron aprobando los casi 200 artículos que faltaban y a las 8h50am del día de hoy finalizaron soñolientamente la Constitución con sus 444 artículos.
La injerencia del gobierno en la Asamblea ha sido evidente tirando al tacho de la basura varios artículos debatidos en las mesas constituyentes. No es ético, ni moral que los asesores presidenciales se inmiscuyan en las resoluciones de la Asamblea ya que da a lugar a que el fin último es obtener una marco jurídico que se ajuste a los gustos del presidente Correa para que pueda “gobernar” (mejor sería reinar) al país. Es muy preocupante la falta de seriedad que existió en los debates sobre el derecho a la vida, el concepto de familia, el sistema económico, de seguridad social, derechos políticos y estructura del Estado.

Hay muchos cabos sueltos en los artículos aprobados los cuales estarán sujetos a varias interpretaciones. En la Sección Primera del Capítulo 3 de Política Económica, en su artículo 2 inciso 2 se menciona que la política económica deberá asegurar una adecuada distribución del ingreso y de la riqueza nacional. ¿Qué se trata de establecer con la palabra adecuada? ¿Es quizás una semejanza o un concepto sinónimo de justo, equitativo y/o solidario? Los enunciados muy generales dan lugar a interpretaciones ambiguas que producirán futuros conflictos legales.

Se ha criticado incesantemente a la partidocracia por su actitud antidemocrática en las sesiones legislativas cuando los diputados promulgaban leyes que estuvieron atadas a los amarres políticos del anterior caudillo y a conveniencias electorales y/o privadas. Ahora, el gran cambio ciudadano es otorgarle a un presidente todos los poderes sin estar sujeto a una verdadera fiscalización. El gran cambio es enrumbar a la economía hacia una estatización y borrar del mapa el concepto los beneficios de un libre mercado. Es una democracia ficticia que el país está experimentando, una falsa democracia que es markeatada atosigantemente para que parezca real. El gran show del siglo XXI es hacer creer al pueblo que nos llevan hacia un cambio, este show, por cierto costoso, ha sido montado por los asambleístas y por el gobierno.

¿Acaso es el socialismo y una democracia ficticia con tintes monárquicos lo que la gente espera para las próximas generaciones? La respuesta es no. Los ciudadanos queremos un Estado reducido, donde impere la ley y su nivel de vida sea elevado progresivamente. Ni el socialismo, ni las dictaduras, ni la estatizaciones, ni las monarquías conducen a esos anhelos ciudadanos.

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